domingo, 6 de enero de 2008

Parte 29

Sergio había colgado el teléfono con premura y acercándose a mi palpó un instante el collar que llevaba en el cuello y que ha pesar de mi insistencia desde el día anterior no había logrado llamar su atención, un hombre de aspecto cetrino me lo había colocado cuando salí a hacer mi paseo diario por las terrazas mientras mi amo se preparaba para llevar a Maite al aeropuerto. Mi curiosidad felina fue incapaz de reprimir el impulso de acudir a comprobar que se movía tras la cortina de uno de los apartamentos próximos, tras golpear dos veces el dosel con la pata una manaza me aplastó contra el suelo y colocó este artilugio en mi cuello, con el susto el corazón se me aceleró y en cuanto noté que la presión

cedía corrí por donde había venido con los pelos más tiesos que escarpias.

Entré en el apartamento con tal premura que arrastré una alfombrilla que había junto a la mesa y la dejé echa un higo cerca de la puerta, Sergio y Maite me miraron un momento pero siguieron cuchicheando, por más que achuché con mi cabeza al uno y a la otra no hubo forma de llamar la
atención, sus manos alternativamente recorrían mi lomo de vez en cuando pero no lograba que sus miradas se fijaran en mi cuello, ni siquiera cuando en la despedida Maite me apretó contra su pecho y me beso tras las orejas. Ahora tras colgar el teléfono si que se ha arrodillado junto a mi y levemente he notado que tocaba el basto cuero de la correa, de nuevo a corrido al teléfono y me ha parecido que hablaba con el policía, lacónico y apresurado en escueta conversación que o ha llevado a mi lado con
aspecto preocupado -Tranquilo -me ha dicho, y esto precisamente es lo que me intranquiliza, lo miró y maúllo interrogante, se que me entiende - No pasa nada, tranquilo- yo me acopló contra su pecho y me pongo en sus manos, poco más puedo hacer. No ha pasado mucho tiempo cuando el cua-cua del timbre anuncia la visita, Sergio se levanta sin soltarme y acude a la puerta donde un hombre que apenas logro ver extiende una mano enguantada que porta una jeringuilla, con ella volvemos al sofá, me da la impresión que va destinada a mi yu no me atrevo a escapar de un salto, la verdad es que estoy un poco asustado. Sergio a vuelto a reclamar mi tranquilidad mientras noto que me sujeta con fuerza a la vez que la aguja se clava en mi lomo, algo frío me recorre y se desvanece el entorno, apenas logro ver
la figura que traspasa la puerta, creo que es la misma que traía la jeringuilla, una figura compacta cuya brillante cabeza se inclina sobre mi hasta que dejo de verle. Poco a poco voy recuperando la consciencia lo mismo que la perdí, no logro ver nada pero oigo voces que no reconozco, me parece que sigo en el regazo de Sergio, más por el color verde de sus pantalones que poco a poco se van volviendo más nítidos. Sigo sin poder moverme pero ya reconozco la voz del policía y de Sergio, deben estar
solos, hablan de que el artificiero es uno de los mejores elementos que tiene y cuenta los artefactos tan difíles y extraños que ha tenido que desactivar, mientras hilvano la conversación creo que lo que tenía puesto en el cuello era un mecanismo explosivo que ha logrado quitarme el fulano acorazado. Decidido a reanimarme intento ponerme en pie pero no logro más que emitir un maullido lastimero que corta la conversación de los hombre para que fijen su atención en mi. -¡Eh! siete vidas ¿con quien tienes
cuentas pendientes?

Ha debido pasar el peligro ya que Skorbuto vuelve a su estado habitual de enajenación mientras pellizca mi barbilla. También el policía acaricia mi cabeza. -Hola Sir-Kan, bienvenido al mundo, aunque yo creo que no trataban de llevarse por delante solo un gato. -¿Brindamos? - me dice Skorbuto mientras me incita con la lata de Heineken. Con dificultad me bajo del "pirao" y como un gato borracho avanzo hasta la caja de tierra, cuando alivio me siento mucho más espabilado, de vuelta al comedor oigo la
conversación que sigue. - Lo peor es que no se que es lo que quieren, ni que traman, para que quieren a Blanca si aun la tienen. Estoy bloqueado- decía el policía cogiéndose la cabeza entre las manos. - ¿Y que vas a hacer?

- No lo se, nada se ha movido, no han elegido nuevo responsable del proyecto, nadie ha presionado, nadie se ha movido. Solo conocemos la identidad del secuestrador, ni siquiera sabemos quien ha matado a Álvaro.

Quizá lo razonable sea tirar de ese hilo. En fin, mañana tendré más despejada la cabeza - dijo dejando el vaso de que tenía entre las manos en la mesa, y levantándose a modo de despedida dijo: -Cuidaros.
Cuando se cerró la puerta Sergio me tomó en brazos y me sacó a la terraza, los días se dilataban a medida que avanzaba la incipiente primavera y a pesar de la hora todavía la luz era suficiente para ver el perfil de Madrid que se perdía a lo lejos contra la s crestas de la sierra de Guadarrama. Sergio escrutaba despacio en todas las direcciones mientras acariciaba la zona donde antes había estado el collar. - Tu y yo mañana vamos a dar un paseo por los tejados.

Al entrar de nuevo al apartamento en la pantalla del ordenador encidido pestañeaba una ventanita donde aparecía un sobre, Sergio sin soltarme se sentó ante él y con aquel puntero rutilante logró atinar en el sobrecito que desapareció llenando la pantalla de una lista de nombres cuya última llamada decía: Mayte. Pinchó de nuevo sobre su nombre y apareció una bandera azul y blanca con un sol enmedio donde se podía leer: "24 de marzo, 30 años del golpe militar ¡NUNCA MAS!", debajo unas letras: "¿que
pasó con el collar? respondan urgente por favor.

He abierto este correo, cada vez que pueda lo miraré, puedes escribirme aquí. De vez en cuando te llamaré desde algún locutorio. Un beso.
Mayte.
Hoy era 24 de marzo.
- Hoy nuestros amigos argentinos necesitan aliento para combatir la tristeza, vamos Sir-Kan brindemos por ellos como o si estuvieran aquí al lado. Después escribió:
Todo fue una falsa alarma, Sir-Kan y yo te echamos de menos.
Ten cuidado y acuérdate de nosotros.

El Gato

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