domingo, 6 de enero de 2008

Parte 21

Como dicen los cantores "de vez en cuando la vida nos besa en la boca", y así de feliz andaba yo de regreso al hogar embriagado de ternuras y perfumes.

Sin dejar de susurrarme y acariciarme Blanca empujó con el pie la puerta entornada permitiendo el retorno después de tanto tiempo a tan reconocible paisaje que tan bien definía a mi dueña.
Del Pionner emanaba tenue "El carnaval de Venecia" de Paganini, la luz halógena sobre los "Nenúfares" de Monet confundía los reflejos de cristal de la vitrina que seguían soportando los mismos portarretratos de amigos abrazados, y aquella rinconera acariciadora de la que a veces contra voluntad era desplazado por el ocasional personaje que intentaba domesticar el carácter indómito de Blanca.

Allí acabamos sin que cesara la caricia que me hacía cerrar los ojos y abandonarme en "quejumbroso" ronroneo, pero algo debió sobresaltar a mi dueña cuyo cuerpo sentí tensarse bajo el mío y las manos que acariciaban se convirtieron en una tenaza inerte que reposaba sobre mi cuello. Siguiendo la dirección de su mirada intenté saber cual era la causa del desasosiego, en el suelo, un pequeño sobre que posiblemente la puerta había arrastrado en su recorrido y del que hasta entonces no se había percatado. Despacio se levanto y lo recogió sin soltarme, de nuevo en el sofá extrajo su contenido, un pequeño papel cuadrícula en el que con tinta verde habían escrito unos garabatos: "ULTIMO AVISO: SI QUIERE RECUPERAR SU MASCOTA COLOQUE SOBRE LA VENTANA UN PAÑUELO AZUL", con preocupación miró la ventana sobre la que aun pendía un trapo azul que había colgado hace días siguiendo lo que pensó una broma de su dislocado vecino. Sintió un escalofrío y ya no le pareció gracioso, bajó la persiana y recordó los breves instantes que la puerta se había quedado abierta, miró en todas las direcciones y con miedo manifiesto entró en habitación, baño y cocina, a nadie encontró ni nada parecía haberse alterado en el riguroso orden de la joven, aun así no se sintió tranquila, tomó el teléfono y de la agenda empezó a pulsar los números escritos tras una letanía que decía "Sergio (vecino)", pero otra idea debió contradecir a la primera ya que colgó el auricular con cierta urgencia. Volvió a tomarlo, esta vez tras los nueve números se oyó al otro lado el tono insistente de la llamada, por fin alguien contestó:

- ¿Maite?.........¿puedes venirte a dormir a casa?...... estoy un poco intranquila.

¡Rayos! ¿Que está pasando?. Me apreté contra Blanca y sin quitar los ojos de la puerta, y al igual que ella, me dispuse a esperar la llegada de Maite.
El gato.

No hay comentarios: