domingo, 6 de enero de 2008

Parte 12


Bajó despacio del coche, miraba a un lado y otro; el paisaje le era desconocido, no lograba ubicarse. El pueblo estaba en un valle; rodeado de prados y hierba recién cortada, el olor que se podía
apreciar en el ambiente le entusiasmaba. Había pocas casas - todas muy bien cuidadas-, dos plantas con jardín en la parte delantera; le gustaba.

Era muy temprano, la iluminación permanecía todavía encendida. No había un alma por la calle, decidió dar un paseo por el pueblo; el olor le acompañaba, empezaron a aflorar recuerdos que creía tener borrados de su mente.

Pasaron unas horas hasta que el pueblo retomó vida.

En su paseo, vio que había bares, ultramarinos y hasta un hostal. Entró lentamente como si pisase un palacio, mirando cada objeto que albergaba en él. A lo lejos, vio un chico que era el recepcionista.
Solicitó una habitación con vistas al valle, con terraza y cuarto de baño; retiró todo su equipaje del vehículo y lo subió a la habitación. Contempló la misma como si nunca hubiese visto nada igual; abrió las ventanas y se dispuso a salir a la terraza para seguir admirando el bello paisaje que se rendía a sus pies.

Permaneció una hora en ese estado, nunca antes había visto algo igual. Entró despacio, revisando cada espacio de la habitación; en el lado izquierdo, había colgado en la pared un retrato que se asemejaba a una persona que había conocido tiempo atrás en un viaje que realizó por Europa. ¿Quién sería? ¿Sería el? -se preguntó.

Abrió la puerta de la habitación despacio, cerró lentamente, anduvo unos paso y bajó al comedor. Era una habitación grande con enormes ventanales desde los cuales se apreciaba un bello paisaje, tenía 10 mesas colocadas de forma circular. En esos instantes, estaban ocupadas cuatro, se fue a la más lejana y la mejor orientada.

Estaba desconcertada, en ese momento no le apetecía tomar nada. Miraba a un lado y otro de la sala, fijándose en cada objeto que había. De repente, se le acercó el camarero para ofrecerle el desayuno del día, estaba tan absorta que no se dio cuenta de que permanecía a su lado. Lo ingirió pausadamente -no recordaba momento igual. Se levantó, salió al jardín y vio como un hombre -a lo lejos- la observaba.

Se puso nerviosa -era la primera vez en mucho tiempo que le ocurría. Era un hombre alto, moreno, bien vestido. No se podía imaginar que a esas horas de la mañana alguien la estuviese mirando con tanta admiración, al mismo tiempo que ella iba andando él cada vez se acercaba más.

Buenos días -dijo él. Su mirada era penetrante, lo que hacía que ella su nerviosismo fuera en aumento.

Mi nombre es Antonio, estoy de vacaciones en este paradisiaco lugar apartado de la civilización.

No sabía qué decir, parecía que todo se le había borrado de la mente; no podía articular palabra. Mi nombre es Blanca, también estoy de vacaciones aquí, he llegado hoy -le contestó.

Enigma

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