domingo, 6 de enero de 2008

Parte 20

Cuando andaba contándoles que gracias a la torpeza humana que no diferencia el guarismo 4 del 7, un puente se convierte en una semana, y los gatos semiabandonados, que es como empiezo a sentirme, tenemos que recurrir a bebernos el agua de los floreros para sobrevivir, a punto estaba de ahogarme entre las flores pretendiendo llegar al agua, cuando saltaron los cristales de la ventana en mil pedazos que cayeron sobre mi y sobre el resto de la estancia, que al momento se llenó de humo y llamas por la fortísima explosión que se produjo en el interior. Por el mismo hueco abierto huí en desenfrenada carrera llevándome por delante un perro chato que por los mismos motivos andaba por la terraza ladrando aterrorizado. Por el susto o por mal carácter soltó un ladrido como un trueno que erizó hasta mi último pelo y me hizo soltar un bufido que a punto estuvo de arrojar mil corazón por la boca. Corrí desesperado saltando de un sitio a otro hasta que me di cuenta de que no sabía donde estaba. Quince días me costo volver, bebiendo agua en los canalones de los tejados, comiendo desperdicios y cazando algún roedor bajo las cubiertas como llevaba siglos sin hacer, un poco más sucio pero contento de haberme buscado la vida por mi mismo.

Aunque mi huida se produjo dirección Nor-Noreste mi accidental vuelta fue por occidente, con lo cual antes de encontrar el apartamento de Skorbuto encontré el de Blanca, con la sorpresa mayúscula de que se hallaba encendido, miré entre las cortinas y divisé el pico de un albornoz del que salía una pantorrilla y una inconfundible zapatilla anaranjada de peluche que vestía el pie de mi dueña.
Dubitativo marché sobre los muros divisorios hasta encontrar el segundo apartamento, que se encontraba con los cristales reparados pero habían desaparecido las mullidas alfombras y la mayoría del mobiliario. Sobre un sofá de diferente pelaje divisé tumbado a mi dueño con la misma camiseta acreditativa de costumbre que ni las llamas habían conseguido devorar.
Esa devoción por lo anaranjado de mis dueños sin ser holandeses me hizo sonreír y pensar en lo complejo de la raza humana empeñados en mostrar en publico una imagen que no les corresponde
Ni muy alto ni muy bajo lancé un suave maullido para que llegara solo a los oídos deseados, lo que debí hacer con el registro perfecto ya que con grandes muestras de alegría (entiendo) el peculiar morador vino a abrirme la puerta.

- ¡Eh! ¡Si señor! ¡aquí está mi pandillero!- y dándome un abrazo entusiasta expresó su alegría por haber conservado al menos alguna de mis vidas.

Yo me vi en la obligación de corresponder caracoleando entre sus piernas llenando de pelos su pantalón verde botella y de maullidos la estancia

- ¿Qué tal chico? Estaba muy preocupado, pero al no encontrarte entre los cascotes supuse que habrías escapado. Anda ven a comer un poquito y que te ponga en condiciones para darle uina alegría a alguien.

Mientras tiraba el agua por el afán de beber esa delicia tan limpia y comerme las bolas de pienso a velocidad de vértigo, Skorbuto me pasaba por el pelaje un paño húmedo y perfumado que mejoraba sensiblemente mi aspecto, cuando terminé me llamo con una palmadita sobre el pecho para que subiera a acompañarle, ya saben que es propenso a sentirse Tarzán, por lo que por no romper su entusiasmo subí un ratito para gratificarle mientras él tomaba el teléfono portátil y marcaba, a mi lado, sobre el asiento un periódico desplegado ofrecía varias fotos bajo unos titulares que decían: "ATENTADO CONTRA EL DOMICILIO DEL ACTIVISTA SERGIO PANERO", en una de ellas se le veía en una Zodiac que claramente podía leerse "Greenpeace" a punto de alcanzarle un bidón que desde un buque inmenso le lanzaban en un mar bravío, en otra encadenado a las puertas del Fondo Monetario Internacional frente a un "madero" que con la mirada y una estaca en la mano le estaba dando las claves para no volver a adoptar esa estúpida postura. Skorbuto era un activista, un poco mayor me parecía para ser tan majadero, pero me pareció bien que compartiéramos un lado aventurero.
Por la proximidad al teléfono pude oír y reconocer la voz de blanca.

- ¿Dígame?
- Volvió su gato.
Por un momento se corto la comunicación supongo por la emoción, yo me hinchaba más como un pavo que como un gato y me dejaba querer.
- ¿Me lo puede traer?
- No, venga usted a mi casa
- ¡Ah! ¿Pero tiene casa?
No me gustó el tono jocoso que iba tomando la conversación y que daba inequívocas muestra de que Blanca y Skorbuto habían tenido algún encuentro previo que estaba pendiente de resolverse a los puntos o al KO.
- No creo que para intercambiar un gato necesitemos la Puerta de Brandemburgo.
Pero bueno, que falta de respeto hacia mi persona, "un gato".
- Es que no estoy vestida
- Yo tampoco, pero me pondré el "smokin" si tiene la gentileza de visitarme.
- ¿Ese que pone "Skorbuto"?
¡Rayos! ella también conocía el secreto del atolondrado activista ¿conocería también que se titulaba "Sergio Manuel"?
Un gruñido más o menos a forma de despedida permitió colgar el auricular y pocos minutos después el sonido del timbre permitió recortarse en el hueco de la puerta la figura de Blanca, que tras un chándal del color de su nombre y unas deportivas sin calcetines intentaba apabullar como sin querer al pobre "piltrafilla" que se escondía tras tan ridícula indumentaria. A Scorbuto se le extravió la mirada un momento y acertó a decir
- ¿No quiere pasar?
Aunque seguro que pensaba es: "está buena de cojones", y eso que no se si se habría apercibido que voluntaria o involuntariamente nada llevaba la joven bajo la deportiva prenda.
- Pues no- contestó ella- por favor el gato.
Aparecí en escena y apretándome contra su pecho empuje su cara con mi cabeza, seguro de que Scorbuto me envidiaba. Desde allí lo miré un momento, "cabronazo", seguro que me decía.
Blanca empezó a caminar pasillo adelante haciéndome caricias mientras a su espaldas dejaba la voz del desdichado vecino.
- De nada.
- De gracias que no le he pedido la recompensa.
- Llévese los candelabros si quiere.
Sugerente conversación que revela que es posible que no exista un después, pero seguro que ha habido un antes cargado de ternura, sensibilidad y cariño,
no hay que más que ver como se afilan la uñas.
Echaré de menos a ese hombre mal vestido que me invitaba a cariño y cerveza.

El gato

No hay comentarios: