domingo, 6 de enero de 2008

Parte 10

Juan la esperaba en su casa, ansioso por saber de ella, a veces se mostraba tan escurridiza como una anguila río abajo, si pudiera decirle cuánto la quería, la deseaba. La echaba de menos cada vez que huía. Blanca era tanta mujer y guardaba tantos secretos.

En la madrugada se iría a Paris en busca de hacer posibles sus sueños, una semana sin ella, después su destino se abriría y vuelta a tomar decisiones, hablar, pactar su futuro, el de ellos dos.

Ahora solo deseaba tenerla entre sus brazos y poseerla una vez más. ¿Poseerla? ¿Alguna vez se había entregado? Eso era lo que mas le atraía de ella, su no entrega, su autocontrol. El se perdía, se deshacía entre sus ojos, su piel, su calor, su cueva… Ella le acogía, le reconfortaba, le insuflaba vida, le convertía en un hombre pasional. Pasión por vivir, por estar con ella, por esperarla igual que un animal en celo.

Recordó sus secretos, su primer amor de juventud ¿Álvaro?, su aborto en un fin de semana cuando sus padres estaban de viaje, su huida de casa, su doble vida en las mentiras contadas a una tal Maite, a la que se sentía ligada por razones adolescentes.

Juan rememoró su primer encuentro con ella, perdidos los dos en la niebla de una noche loca de verano, esperando ver el amanecer en una playa de Ibiza. Se le encendió una sonrisa. ¿Dónde estaba Blanca? ¿Por qué tardaba tanto?

Juana

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