domingo, 6 de enero de 2008

Parte 13

Todo parecía un sueño, hecho realidad. No podía imaginar que en ese mismo instante le estuviese sucediendo eso. Nunca hubiera pensado que un hombre en ese lugar se acercase a ella y quisiera entablar una conversación -pensó para sus adentros.

No tenía fuerzas para comunicarse, no podía emitir ningún sonido. El nerviosismo se había apoderado de ella. No podía continuar el diálogo que tantas veces había recreado el día que conociese a alguien.

Salieron hacia el inmenso y frondoso jardín que bordeaba al hostal; las manecillas del reloj se habían quedado paradas -pensó una y otra vez. Los malditos recuerdos le acechaban una y otra vez en su pensamiento.

Pasearon relajados mirándose de vez en cuando. El sonido del ambiente era el más precioso que había oído jamás; las ranas croaban a los lejos; el agua emitía unos sonidos próximos a una sinfónica y las aguas caían despacio como sin querer despertar al resto de la fauna.

Cada vez que él intentaba aproximarse, ella se alejaba un poco más; sentía un miedo atroz a que alguien se situase a su mismo lado. Los pasos cada vez eran más pausados y más cortos, vieron un banco a lo lejos y decidieron descansar.

Blanca le miró un intervalo absorta, tenía la mirada perdida. Antonio observaba cada movimiento y gesto de su cara -es la mujer de mi vida, pensó para sí. Se levantó de un salto y marchó deprisa hacia el hostal, no sabía qué estaba haciendo allí con un desconocido y por qué, subió a la habitación y se puso a llorar desconsoladamente.

El se quedó estupefacto, no sabía qué le había ocurrido. La tranquilidad que ella le había transmitido en ese tiempo, la belleza que mostraba y todo en ella era algo endiabladamente confortable.

Los minutos pasaron, pensaba él que le habría sucedido para salir de esa manera. Angustiado, caminó despacio hasta la entrada del edificio, con la mirada perdida y en su pensamiento mil y una ideas. Subió lentamente a la habitación de Blanca, llamó reiteradas veces hasta que, por fin, ella le abrió.

-Blanca, ¿qué te ha ocurrido? ¿qué he dicho? -le dijo Antonio.

-De repente, los recuerdos se agolparon en mi mente y la paz se convirtió en desolación.

El la abrazo de manera fraternal, sus dedos se fueron deslizando por su espalda, sus caras se acercaron más, sus cuerpos cada vez estaban más pegados... la acariciaba lentamente todo su cuerpo al ritmo de la música que sonaba en ese instante por el hilo musical.

Permanecieron así horas, mirando a través de los grandes ventanales el paisaje que se divisaba. No hablaban, se miraban sólo; de vez en cuando, se oía un suspiro y sus ojos se volvían a unir en uno solo. El silencio era sepulcral, las respiraciones de ambos no se percibían, estaban tan absortos el uno en el otro que no se habían dado cuenta de qué hora era.

Enigma

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